Desconocía que alguien que se siente
sumisa, o por lo menos así lo cree, está incapacitada para solicitar, buscar, o
hacer de su vida lo mejor posible para ser feliz. Lo desconocía por completo.
Eso me lleva a pensar que todos los que
disfrutamos, practicamos, vivimos y sentimos el BDSM lo hacemos desde un
reducto de unicidad brutal, que veníamos de serie con esto de la Dominación y
la sumisión en nuestras venas, teníamos guías innatas y estupendas de lo que
debíamos hacer, a quién y cómo dirigirnos.
La memoria de la casta, que ahora está de
moda como otras tantas cosas, es escasa y reducida. Partiendo de la base de que
cada uno hace y deshace como le viene en gana y actúa de la forma que cree más
correcta, incluyendo errores propios de la inexperiencia, resulta que nos
topamos con los eruditos del mundillo,
estos que reparten las cartas ya marcadas y te dicen lo que hay que hacer y
debes hacer, y lo que está mal, y te venden con suficiencia aquello de que “yo
te aviso, que luego vienen las caras y las sorpresas, los desengaños, los
aprovechados, porque así no se hace mi estimadx aprendiz, tienes que tener
cuidado y hacerlo como lo digo yo”, y el resto de su sistema o fieles
seguidores, pues acompañan en esta manifestación de reglas varias.
Y uno se pregunta, ¿pero que carajo les
pasa?
Se han creado un púlpito, el podio de la
verdad absoluta del BDSM, se han subido, les han colgado las medallas de oro,
plata, bronce y cartón piedra, los diplomas y toda la historieta esta del
protocolo fuera del BDSM para entrar dentro de él.
Nos imaginó a todxs como la Bella
Durmiente, despertando después de haber recibido el beso de esos Dominantes
tocados por la gracia divina de Leopold Von Sacher-Masoch y el divino Marqués.
Y todos juntitos de la mano y los azotes,
dando brincos por los pastos verdes y frondosos de los dominios de la sumisión
y la Dominación. ¡Qué bonito, si hasta a mi se me pone la piel de gallina y el
verbo duro! O al revés que tampoco hay mucha diferencia.
Y lo que nos gusta dar lecciones, de
entusiasmo y sabiduría, de buen sazón, para colgarnos las medallas, las propias
y las ajenas, pero esto amigxs, no es ni más ni menos que una guerra de
trincheras y guerra de egos, el horizonte brumoso esperando que alguna incauta
asome el pescuezo para degollarla sin preguntar siquiera por sus motivaciones o
sus necesidades.
Porque engrandece el nombre de estos
personajes pertenecer a un grupo y te eleva el ego al ser la élite y lo que lo
siga.
Pero seguirán viéndonos como cucarachas en
sus zapatos... Si así se los seguimos permitiendo.
Basta ya, pienso y vómito en estas letras,
que cada quien vive, disfruta y siente el BDSM como le de su puta gana!®
Sátiro Demencia
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