martes, 6 de febrero de 2018

Arte de la seducción




La seducción y la manipulación son dos ingredientes importantes del comportamiento humano, los cuales están basados en técnicas para influenciar a las demás personas.

La influencia sobre otro individuo se puede ejercer de manera consciente o inconsciente. Tanto la manipulación como la seducción caen en la categoría de comportamiento influencial, pero es importante tener en claro que son comportamientos no tan diferentes, y que a decir verdad, solo una delgada línea las separa.

•Manipulación

La manipulación consiste en aprovechar situaciones o generarlas concientemente con el fin de influenciar a los otros. Se presenta de manera natural en los seres humanos desde muy temprana edad.

 A menudo manipulamos a otros individuos mientras nos desenvolvemos en nuestro día a día. Una persona manipuladora toma ventaja del escenario y siempre oculta sus verdaderas intenciones.

Un ejemplo de manipulación ocurre cuando un niño llora para que su madre le compre caramelos y si ésta decide no comprarlos, el pequeño incrementa el llanto y hace otros berrinches. En este caso se trata de manipulación, porque el niño sabe que su madre querrá que deje de llorar y que las probabilidades de que ésta haga lo que él quiere son mayores a medida que aumente su llanto.

•Seducción

Por otra parte, la seducción está más relacionada con la persuasión y generalmente envuelve una serie de ofertas que tienen como propósito que las demás personas caigan en la tentación.

Quienes son seductores muchas veces se valen de la mentira para seducir y prometen cosas que son imposibles de cumplir en realidad.

En la mayoría de los casos (no todos), la seducción envuelve aspectos sexuales, por lo tanto, quien seduce busca influir en los deseos y emociones de los demás.

En el juego de la seducción cumplen una función factores sociales y culturales y para que sea efectiva hay que tener en cuenta una serie de elementos:

1.- Control emocional por parte del emisor de manera que logre captar la atención o el interés del receptor hacia algo fascinante

2.- Ser capaz de transmitir un mensaje realmente atractivo para el interlocutor

Las formas de seducción más comunes y que mejor funcionan son:

1.- La seducción argumental: el receptor se identifica con los personajes acerca de los cuales habla el emisor de manera que el receptor queda fascinado y conquistado

2.- La seducción de la fama y el poder: se hace alusión a aquellos personajes en los que el receptor proyecta sus propios deseos o fantasías.

3.- La seducción afectiva: su finalidad es despertar el deseo del receptor y entra en juego todo el cuerpo.

4.- La seducción subliminal intensa: se la provoca de forma intencionada apuntando directamente al inconsciente.

5.- La seducción a través de la información: la información se emplea para conmover al espectador como forma de incidir en sus decisiones.

Como podrá notar, la manipulación y la seducción no son tan diferentes, ya que tienen ciertas similitudes.

-La seducción consiste en atraer irresistiblemente, pero también, en un sentido más jurídico, en corromper y sobornar su mente.

El seductor falsea la realidad y opera por sorpresa y secretamente.

No ataca nunca frontalmente, sino de modo indirecto a fin de captar el deseo del ser sumiso, quien lo admira y que le devuelve una buena imagen de sí mismo.

La seducción utiliza el instinto protector del otro. Es una seducción narcisista: busca en el otro un único objeto de fascinación, a saber, la imagen amable que tiene del seductor.

Por medio de esa seducción de una sola dirección, el Dominante procura fascinar sin que la víctima lo descubra. Según J. Baudrillard, la seducción conjura la realidad y manipula las apariencias.

La seducción confunde, borra los límites de lo propio y de lo ajeno. No nos hallamos tampoco en el registro de la alienación como, por ejemplo, en la idealización amorosa, en la que, para mantener la pasión, nos negamos a ver los defectos o las debilidades del otro, sino en el registro de una incorporación que tiene la finalidad de destruir las barreras.

La seducción vive la presencia de la sumisa como una complementariedad.

Ejercer una influencia sobre alguien supone conducirlo, sin argumentar, a que decida o se comporte de modo diferente a como lo haría de una forma espontánea. La persona que es el blanco de la influencia no puede consentir libremente. El proceso de influencia se elabora en función de su sensibilidad y de su vulnerabilidad y esencialmente, se lleva a cabo mediante la seducción y la manipulación.

Aquí no se trata de argumentar de igual a igual, sino de imponerse, al tiempo que se impide al otro que tome conciencia del proceso, que discuta o que se resista. Al anular las capacidades defensivas y el sentido crítico de la sumisa, se elimina toda posibilidad de que ésta se pueda rebelar.

En la vida cotidiana, se nos manipula, desestabiliza y confunde continuamente. Cada vez que alguien nos tima o nos engaña, nos enfurecemos contra él, pero, sobre todo, nos avergonzamos de nosotros mismos.

La influencia y el control, cuando hay Dominio, se refieren a lo intelectual o moral. El poder del seductor hace que la sumisa se mantenga en la relación de Dominación de un modo dependiente, mostrando su consentimiento y su adhesión.

El seductor trata de debilitar para transferir mejor sus ideas. Hacer que el otro acepte algo por coacción supone admitir que no se considera al otro como a un igual. Así, el Dominador puede llegar a apropiarse de la mente de la sumisa, igual que en un verdadero lavado de cerebro.

Entre las situaciones que pueden implicar trastornos de la personalidad, la clasificación internacional de las enfermedades mentales tiene en cuenta a los sujetos que se han visto sometidos durante mucho tiempo a maniobras de persuasión coercitiva tales como el encauzamiento ideológico o el adoctrinamiento en cautividad.

El Dominio se manifiesta en el ámbito de las relaciones y consiste en una Dominación intelectual o moral que atestigua el ascendente o la influencia de un individuo sobre otro. La sumisa no llega a darse cuenta de que la están forzando. Se halla como atrapada en una tela de araña, atada psicológicamente, anestesiada y a merced del que la Domina, sin tenerlo muy presente.

El Dominio se puede descomponer en tres grandes aspectos:

—Una acción de apropiación mediante desposeimiento del otro;

—Una acción de Dominación que mantiene al otro en un estado de sumisión y dependencia;

—Una acción de discriminación que pretende marcar al otro.

La sumisa pierde poco a poco su resistencia y tiene cada vez menos posibilidades de oponerse. Pierde toda opción de criticar. En cuanto se vuelve incapaz de reaccionar y queda literalmente anonadada, se convierte en una cómplice de lo que la oprime.

En ningún caso se trata de un consentimiento por su parte, sino de que ha quedado cosificada, se ha vuelto incapaz de tener un pensamiento propio y sólo puede pensar igual que su Dominador.

Si la sumisa es demasiado dócil, el juego no resulta excitante.

Tiene que ofrecer una resistencia suficiente para que al Dominante le apetezca prolongar la relación, pero la resistencia no puede ser tampoco excesiva, porque entonces se sentiría amenazado.

El Dominante tiene que poder controlar el juego. Su sumisa no es más que un objeto que no debe abandonar su posición de objeto, un objeto que se puede utilizar, y no un sujeto interactivo.

Lo paradójico de la situación es que los Dominantes aumentan su Dominio en función del grado de intensidad de la lucha que mantienen contra su propio miedo al poder del otro, un miedo que se acerca al delirio cuando perciben que ese otro es superior a ellos.

La fase de Dominio​ es un período en que la sumisa permanece relativamente tranquila siempre y cuando se muestre dócil, es decir, si se deja capturar en la tela de araña de la dependencia.

Durante la fase de Dominio, es difícil introducir cambios: la situación se encuentra paralizada. El miedo que ambos protagonistas tienen el uno del otro hace que esta situación incómoda tiende a perdurar:

-Ahora bien, por otra parte la seducción parece innata. Es decir la gente se hace la interesante y limita su disponibilidad cuando ve delante a una persona que le gusta, porque la mente humana valora más lo escaso o difícil de conseguir que lo abundante o fácil de conseguir.

Al limitar uno su disponibilidad ante la persona amada se intenta que ésta valore más a uno. Es posible que esto que se llama comúnmente coqueteo sea hasta inconsciente en los seres humanos. Podría ser un instinto esto, quizás?. Tendría su lógica.

Veamos desde el punto de vista masculino y desde mi rol de Dominante, hay hombres que nacen con una habilidad innata para seducir a cuantas los rodean.

Tienen esa especie de aura de credibilidad que conocemos como carisma, poseen unos rasgos físicos que coinciden con los cánones estéticos de
su tiempo: su manera de moverse, de gesticular, un sinfín de personas se convierten, casi sin quererlo, en las protagonistas de las ficciones (eróticas sentimentales, vitales), con tal de llevar a la realidad sus fantasías,  y la persona seducida haría cualquier cosa por ellas.

Capacidad de seducción tenemos
todos. Absolutamente todos. Es algo que las hombres solemos descubrir en nuestra adolescencia; la capacidad de manipular y conseguir nuestros propósitos mediante el hecho de hacerles creer a los demás (aunque haya
que entregar algo a cambio) que de verdad somos los protagonistas de sus fantasías.

Es un momento delicado de
nuestras vidas pues todavía
desconocemos aquello que expresó muy bien Kierkegaard: “Pienso que quien lleva a los otros al error terminará cayendo en el error”.

Así, cuando aprendemos o nos damos cuenta a qué intensidad, la seducción nos funciona, no nos planteamos que esa capacidad es como una varita mágica que la realidad puede acabar metiéndonosla por donde más duele.

Normalmente, al madurar, y aunque no siempre es así, aprendemos a gestionar
nuestra capacidad de seducción y a enfocar los objetivos de esa seducción.

Implica esto que todos los actos
que atañen a la seducción deben ser sinceros y cristalinos?

Depende más que nada del objetivo y seductor. En ocasiones hay que interpretar, pero tenemos que saber perfectamente cuándo estamos actuando y cuándo no.

Dice un proverbio japonés: “El ser
humano perfecto no tiene método; bueno, tiene el método del no método” Esto es la espontaneidad, la naturalidad, con la que, contrariamente a lo que algunos
creen, no se nace, sino que se aprende a conquistar.

El arte de la seducción es algo que muchos anhelan comprender y practicar de forma eficiente. A diferencia de lo que muchos pueden pensar, es algo más profundo y complejo de lo que parece a simple vista.

Un verdadero seductor o manipulador, es aquella persona capaz de despertar el interés en los demás por elementos propios de su personalidad.

Todos conocemos a la típica persona que, sin importar dónde o cómo esté, consigue ser el centro de atención de forma positiva sin proponérselo. Estos seductores producen en el resto interés o provocación de forma muy natural.

Contrario a lo que podría pensarse, un seductor no necesita ser particularmente guapo, inteligente, gracioso o demasiado atrevido. A veces, ni ellos mismos saben a qué se debe ese “gancho” que tienen con las personas o las razones por las que la gente se interesa en ellos.

Podría parecer que los seductores lo tienen todo a su favor y que se encontrarán con pocos problemas. Pero la verdad es otra. Pueden vivir graves problemas en todos los ámbitos de su vida.

Es muy importante que la persona que convive con el seductor tenga una alta autoestima, confianza en sí misma y la sabiduría para comprender que no será la única en su vida.®

Sátiro Demencia

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