La seducción y la manipulación son dos
ingredientes importantes del comportamiento humano, los cuales están basados en
técnicas para influenciar a las demás personas.
La influencia sobre otro individuo se puede
ejercer de manera consciente o inconsciente. Tanto la manipulación como la
seducción caen en la categoría de comportamiento influencial, pero es
importante tener en claro que son comportamientos no tan diferentes, y que a
decir verdad, solo una delgada línea las separa.
•Manipulación
La manipulación consiste en aprovechar
situaciones o generarlas concientemente con el fin de influenciar a los otros.
Se presenta de manera natural en los seres humanos desde muy temprana edad.
A
menudo manipulamos a otros individuos mientras nos desenvolvemos en nuestro día
a día. Una persona manipuladora toma ventaja del escenario y siempre oculta sus
verdaderas intenciones.
Un ejemplo de manipulación ocurre cuando un
niño llora para que su madre le compre caramelos y si ésta decide no comprarlos,
el pequeño incrementa el llanto y hace otros berrinches. En este caso se trata
de manipulación, porque el niño sabe que su madre querrá que deje de llorar y
que las probabilidades de que ésta haga lo que él quiere son mayores a medida
que aumente su llanto.
•Seducción
Por otra parte, la seducción está más
relacionada con la persuasión y generalmente envuelve una serie de ofertas que
tienen como propósito que las demás personas caigan en la tentación.
Quienes son seductores muchas veces se
valen de la mentira para seducir y prometen cosas que son imposibles de cumplir
en realidad.
En la mayoría de los casos (no todos), la
seducción envuelve aspectos sexuales, por lo tanto, quien seduce busca influir
en los deseos y emociones de los demás.
En el juego de la seducción cumplen una
función factores sociales y culturales y para que sea efectiva hay que tener en
cuenta una serie de elementos:
1.- Control emocional por parte del emisor
de manera que logre captar la atención o el interés del receptor hacia algo
fascinante
2.- Ser capaz de transmitir un mensaje
realmente atractivo para el interlocutor
Las formas de seducción más comunes y que
mejor funcionan son:
1.- La seducción argumental: el receptor se
identifica con los personajes acerca de los cuales habla el emisor de manera
que el receptor queda fascinado y conquistado
2.- La seducción de la fama y el poder: se
hace alusión a aquellos personajes en los que el receptor proyecta sus propios
deseos o fantasías.
3.- La seducción afectiva: su finalidad es
despertar el deseo del receptor y entra en juego todo el cuerpo.
4.- La seducción subliminal intensa: se la
provoca de forma intencionada apuntando directamente al inconsciente.
5.- La seducción a través de la
información: la información se emplea para conmover al espectador como forma de
incidir en sus decisiones.
Como podrá notar, la manipulación y la
seducción no son tan diferentes, ya que tienen ciertas similitudes.
-La seducción consiste en atraer
irresistiblemente, pero también, en un sentido más jurídico, en corromper y
sobornar su mente.
El seductor falsea la realidad y opera por
sorpresa y secretamente.
No ataca nunca frontalmente, sino de modo
indirecto a fin de captar el deseo del ser sumiso, quien lo admira y que le
devuelve una buena imagen de sí mismo.
La seducción utiliza el instinto protector
del otro. Es una seducción narcisista: busca en el otro un único objeto de
fascinación, a saber, la imagen amable que tiene del seductor.
Por medio de esa seducción de una sola
dirección, el Dominante procura fascinar sin que la víctima lo descubra. Según
J. Baudrillard, la seducción conjura la realidad y manipula las apariencias.
La seducción confunde, borra los límites de
lo propio y de lo ajeno. No nos hallamos tampoco en el registro de la
alienación como, por ejemplo, en la idealización amorosa, en la que, para
mantener la pasión, nos negamos a ver los defectos o las debilidades del otro,
sino en el registro de una incorporación que tiene la finalidad de destruir las
barreras.
La seducción vive la presencia de la sumisa
como una complementariedad.
Ejercer una influencia sobre alguien supone
conducirlo, sin argumentar, a que decida o se comporte de modo diferente a como
lo haría de una forma espontánea. La persona que es el blanco de la influencia
no puede consentir libremente. El proceso de influencia se elabora en función
de su sensibilidad y de su vulnerabilidad y esencialmente, se lleva a cabo
mediante la seducción y la manipulación.
Aquí no se trata de argumentar de igual a
igual, sino de imponerse, al tiempo que se impide al otro que tome conciencia
del proceso, que discuta o que se resista. Al anular las capacidades defensivas
y el sentido crítico de la sumisa, se elimina toda posibilidad de que ésta se
pueda rebelar.
En la vida cotidiana, se nos manipula,
desestabiliza y confunde continuamente. Cada vez que alguien nos tima o nos
engaña, nos enfurecemos contra él, pero, sobre todo, nos avergonzamos de
nosotros mismos.
La influencia y el control, cuando hay
Dominio, se refieren a lo intelectual o moral. El poder del seductor hace que
la sumisa se mantenga en la relación de Dominación de un modo dependiente,
mostrando su consentimiento y su adhesión.
El seductor trata de debilitar para
transferir mejor sus ideas. Hacer que el otro acepte algo por coacción supone
admitir que no se considera al otro como a un igual. Así, el Dominador puede
llegar a apropiarse de la mente de la sumisa, igual que en un verdadero lavado
de cerebro.
Entre las situaciones que pueden implicar
trastornos de la personalidad, la clasificación internacional de las
enfermedades mentales tiene en cuenta a los sujetos que se han visto sometidos
durante mucho tiempo a maniobras de persuasión coercitiva tales como el
encauzamiento ideológico o el adoctrinamiento en cautividad.
El Dominio se manifiesta en el ámbito de
las relaciones y consiste en una Dominación intelectual o moral que atestigua
el ascendente o la influencia de un individuo sobre otro. La sumisa no llega a
darse cuenta de que la están forzando. Se halla como atrapada en una tela de
araña, atada psicológicamente, anestesiada y a merced del que la Domina, sin
tenerlo muy presente.
El Dominio se puede descomponer en tres
grandes aspectos:
—Una acción de apropiación mediante
desposeimiento del otro;
—Una acción de Dominación que mantiene al
otro en un estado de sumisión y dependencia;
—Una acción de discriminación que pretende
marcar al otro.
La sumisa pierde poco a poco su resistencia
y tiene cada vez menos posibilidades de oponerse. Pierde toda opción de
criticar. En cuanto se vuelve incapaz de reaccionar y queda literalmente
anonadada, se convierte en una cómplice de lo que la oprime.
En ningún caso se trata de un
consentimiento por su parte, sino de que ha quedado cosificada, se ha vuelto
incapaz de tener un pensamiento propio y sólo puede pensar igual que su
Dominador.
Si la sumisa es demasiado dócil, el juego
no resulta excitante.
Tiene que ofrecer una resistencia
suficiente para que al Dominante le apetezca prolongar la relación, pero la resistencia
no puede ser tampoco excesiva, porque entonces se sentiría amenazado.
El Dominante tiene que poder controlar el
juego. Su sumisa no es más que un objeto que no debe abandonar su posición de
objeto, un objeto que se puede utilizar, y no un sujeto interactivo.
Lo paradójico de la situación es que los
Dominantes aumentan su Dominio en función del grado de intensidad de la lucha
que mantienen contra su propio miedo al poder del otro, un miedo que se acerca
al delirio cuando perciben que ese otro es superior a ellos.
La fase de Dominio es un período en que la
sumisa permanece relativamente tranquila siempre y cuando se muestre dócil, es
decir, si se deja capturar en la tela de araña de la dependencia.
Durante la fase de Dominio, es difícil
introducir cambios: la situación se encuentra paralizada. El miedo que ambos
protagonistas tienen el uno del otro hace que esta situación incómoda tiende a
perdurar:
-Ahora bien, por otra parte la seducción
parece innata. Es decir la gente se hace la interesante y limita su
disponibilidad cuando ve delante a una persona que le gusta, porque la mente
humana valora más lo escaso o difícil de conseguir que lo abundante o fácil de
conseguir.
Al limitar uno su disponibilidad ante la
persona amada se intenta que ésta valore más a uno. Es posible que esto que se
llama comúnmente coqueteo sea hasta inconsciente en los seres humanos. Podría
ser un instinto esto, quizás?. Tendría su lógica.
Veamos desde el punto de vista masculino y
desde mi rol de Dominante, hay hombres que nacen con una habilidad innata para
seducir a cuantas los rodean.
Tienen esa especie de aura de credibilidad
que conocemos como carisma, poseen unos rasgos físicos que coinciden con los
cánones estéticos de
su tiempo: su manera de moverse, de gesticular,
un sinfín de personas se convierten, casi sin quererlo, en las protagonistas de
las ficciones (eróticas sentimentales, vitales), con tal de llevar a la
realidad sus fantasías, y la persona
seducida haría cualquier cosa por ellas.
Capacidad de seducción tenemos
todos. Absolutamente todos. Es algo que las
hombres solemos descubrir en nuestra adolescencia; la capacidad de manipular y
conseguir nuestros propósitos mediante el hecho de hacerles creer a los demás
(aunque haya
que entregar algo a cambio) que de verdad
somos los protagonistas de sus fantasías.
Es un momento delicado de
nuestras vidas pues todavía
desconocemos aquello que expresó muy bien
Kierkegaard: “Pienso que quien lleva a los otros al error terminará cayendo en
el error”.
Así, cuando aprendemos o nos damos cuenta a
qué intensidad, la seducción nos funciona, no nos planteamos que esa capacidad
es como una varita mágica que la realidad puede acabar metiéndonosla por donde
más duele.
Normalmente, al madurar, y aunque no
siempre es así, aprendemos a gestionar
nuestra capacidad de seducción y a enfocar
los objetivos de esa seducción.
Implica esto que todos los actos
que atañen a la seducción deben ser
sinceros y cristalinos?
Depende más que nada del objetivo y
seductor. En ocasiones hay que interpretar, pero tenemos que saber
perfectamente cuándo estamos actuando y cuándo no.
Dice un proverbio japonés: “El ser
humano perfecto no tiene método; bueno,
tiene el método del no método” Esto es la espontaneidad, la naturalidad, con la
que, contrariamente a lo que algunos
creen, no se nace, sino que se aprende a
conquistar.
El arte de la seducción es algo que muchos
anhelan comprender y practicar de forma eficiente. A diferencia de lo que
muchos pueden pensar, es algo más profundo y complejo de lo que parece a simple
vista.
Un verdadero seductor o manipulador, es
aquella persona capaz de despertar el interés en los demás por elementos
propios de su personalidad.
Todos conocemos a la típica persona que,
sin importar dónde o cómo esté, consigue ser el centro de atención de forma
positiva sin proponérselo. Estos seductores producen en el resto interés o
provocación de forma muy natural.
Contrario a lo que podría pensarse, un
seductor no necesita ser particularmente guapo, inteligente, gracioso o demasiado
atrevido. A veces, ni ellos mismos saben a qué se debe ese “gancho” que tienen
con las personas o las razones por las que la gente se interesa en ellos.
Podría parecer que los seductores lo tienen
todo a su favor y que se encontrarán con pocos problemas. Pero la verdad es
otra. Pueden vivir graves problemas en todos los ámbitos de su vida.
Es muy importante que la persona que
convive con el seductor tenga una alta autoestima, confianza en sí misma y la
sabiduría para comprender que no será la única en su vida.®
Sátiro Demencia
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