Me fascina cuando la gente da temas para escribir y descargar en letras,
la antipatía que tengo para los “Amos y Señores” de la escena, estos que
piensan que lo que hagan/digan/piensen,
es la realidad absoluta del BDSM, algo que me caga, laxa, defeca, excrementa,
es que afirmen que nadie más puede saber, exponer, crear, crecer, a excepción
de ellos.
Es una verdadera mierda toda esa tan nefasta manera de
pensar, por cuestiones como tales, es que la comunidad se ha convertido desde
años atrás, en un negocio para muchos, recuerden que
la vida es un vaivén interminable y tormentoso de sensaciones y emociones y que
mantenerse a flote es una tarea compleja, no es algo que merezca ser reseñado
por lo evidente que es. Hay quiénes se creen esta perfección sin admitir de
ninguna de las maneras que yerra, de manera habitual y de forma sensible.
En esta selva donde pululan
todo tipo de personajes, y donde me incluyo y no excluyo mis extravagancias ni
mis pendejaditas que para eso son mías, cada vez se incorporan elementos que
amplían el mundillo.
Los puristas, los de la
llamada old school, reniegan de esta modernidad, de esta inclusión mamporrera y
temporal de muchos. A mí eso me parece hasta bien. Se genera el famoso ver la
paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro. Para eso están los grupitos,
los mismos que se tenían en el instituto y luego migraron a la universidad;
para los que fueron.
En el trabajo… Nada es
diferente pero el comportamiento es el mismo. El de la alabanza y el desprecio,
que actúan como un interruptor, clic, clic, según convenga a nuestras
necesidades, deseos u ofensas.
Luego las reputaciones, nada
más estúpido, pero bien vestido, que corren de boca en boca, de palabra en
palabra, sentando cátedra porque quienes no te conocen, pero afirman sin pudor,
que eres íntimo hasta en casi cinco generaciones atrás en tu árbol genealógico.
Se me dan mal los nombres, no los recuerdo, imagino el esfuerzo en recordar
tanta información inservible. Pero pinta bien, son los nuevos recicladores.
Cogen la información, la restauran a su antojo y la ponen a la venta con la
esperanza de sembrar nuevos atontados y atontadas que puedan limpiarse la baba
mientras predican sus sagradas escrituras.
.
Me importa bien poco. Lo
ajeno me es indiferente porque no es más que un punto de vista. Y yo ya tengo
el mío. Las normas, son mías. Las enseño, las explico, las comulgo y luego, las
aplico, a rajatabla sin importar lo que eso conlleva en el entorno, solo en la
piel y en la mente. Legajos tirados en el suelo que tienen ínfimo valor, todo
lo contrario que las extremidades anudadas a mis deseos.
A veces grito, escupo y las
obscenidades no son bondad, son varapalos que rompen tímpanos y capilares.
Creo que debemos tener en cuenta que cada uno de nosotros
percibe el mundo e interactúa con él de un modo distinto. Esto no es malo, es
lo que nos hace seres humanos. Sobre cada tema que encontramos normalmente
definimos una postura, que va a variar de intensidad dependiendo de cuánto nos
importe o nos chupe un huevo tal cuestión. Cuánto más central para nuestras
vidas que sea ese tema, menos vamos a admitir que otras miradas sean válidas.
Esto vale para el fútbol, la política, la música o el BDSM.
Tendemos a vernos a nosotros mismos como seres racionales,
lógicos, que tienen todos los elementos de juicio para discernir entre una cosa
y la otra, y lógicamente el que no comparte nuestra visión lo queremos meter en
la categoría de “pseudo”, “burro”, “criminal”, “charlatan” o el epíteto que
prefieran. Y cuando caemos en esa, ya no hay diálogo posible. No existe el
verdadero compañerismo para crecer y aprender de la mano de otros. No hay un
intercambio de ideas y caemos en la descalificación y el agravio.
El tema está en que cuando le endilgamos al otro la
categoría de ignorante o malvado, esas otras personas piensan exactamente lo
mismo, pero invirtiendo las cualidades; son ellos los pensantes y nosotros los
equivocados.
¿Cómo salimos de esta situación que nos impide tratar de
entender qué le pasa a esa otra persona que tenemos enfrente y ve estos temas
de un modo tan distinto a nosotros? ¿Qué tiene de malo, y qué de bueno, tratar
de escuchar al otro para ver qué tiene para decir?
Lo que digo es que estaría bueno tratar de encontrar la
forma de conectar con otros. En conversaciones con alguien, puede ayudar que practiquemos
disentir con amabilidad. Ser amable no implica obligarnos a acordar con el otro
y ceder. Tampoco quiere decir que tengamos que callar nuestra postura para que
no se ofenda o para evitar que el otro hable pestes de nosotros.
En relación con los hechos de la realidad, si algunos
creemos que un objeto es rojo y otros creen que es verde, hay varias
posibilidades. Puede que todos estemos equivocados y que el objeto tenga otro
color, puede que nosotros tengamos razón y los otros estén equivocados, o al
revés (ellos tienen razón y nosotros no). Incluso puede ser que el objeto sea
rojo-verdoso. Pero si no logramos ponernos de acuerdo en cómo es ese hecho de
la realidad, ser amable con el otro no implica buscar un punto medio entre
nuestras posturas y decir, sólo para no estar en desacuerdo, que el objeto es
rojo-verdoso y que así se vuelva irrelevante cuál es el color real. Debemos
aceptar que, cuando se trata de hechos, posiblemente algunos estemos
equivocados y otros no, y es en estos casos en los que disentir amablemente y
argumentar deberían ser parte de nuestra conversación.
Busquemos cómo conversar con personas que piensan distinto
o están expuestas a información diferente de la nuestra.
Ser amable sí implica respeto, y una muestra de respeto
es, justamente, poder exponer la postura propia y fundamentarla sin
extremismos, y escuchar con atención la postura del otro y sus argumentos,
incluso si consideramos que nunca podremos ponernos de acuerdo.
Sátiro Demencia
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